En este mes de setiembre se celebra el día del estudiante. Y también en algunos países se festeja el día del profesor.
Más allá de que la relación entre profesor y estudiante tiene como finalidad el aprendizaje, en el presente artículo se buscará poner en tela de juicio este vínculo, pensándolo en otras dimensiones.
Cuando el adolescente se va a la institución educativa, la familia continúa con su vida, mientras se va desplegando la vida del aula. El aula está llena de vida, llena de ganas de vivir, de experimentar y de miedos, de inseguridades, de emociones a flor de piel, de impulsividades, de bronca, de rebeldía, de necesidad de autoafirmarse, necesidad de conocerse, necesidad de identificarse, necesidad de traspasar límites y necesidad de probar cosas nuevas.
Sí el aula está llena de adolescentes.
Ese niño que nació dependiente ha vivido un proceso que lo acerca la independencia. Le cambió el cuerpo, el cuerpo de niño que le daba seguridad ya no está. Le está cambiando su mente, se eliminaron estructuras que sostenían su pensamiento de niño, y nacen otras nuevas, pero están desordenadas esperando a vivir para con esa vivencia comprender y ordenar su mente. Le gustaría volver a ser niño, le gustaría encontrar la seguridad que antes encontraba en sus padres. Pero ahora sus padres lo miran diferentes, y él también mira diferentes a estos, el vínculo cambió, porque cambió uno de los integrantes de la relación. Ese vínculo se debe reconstruir porque el niño se está convirtiendo en adulto. El adolescente está confundido porque se siente inseguro y necesita de sus padres, pero a su vez necesita probarle al mundo que puede ser adulto.
Las emociones están a flor de piel, los cambios hormonales y estructurales hacen que exista un desequilibrio entre la impulsividad y la capacidad de inhibir, porque su cerebro sigue en desarrollo. Es un mundo nuevo para el adolescente que lo emociona, sus pensamientos están desordenados, necesita experimentar porque es la única manera de saber que quiere, y quien es.
Hasta ahora fue el niño, fue la niña, que era feliz con su familia y lo que sus padres decían era verdad universal, y le daba sentimiento de pertenencia. Era feliz jugando, porque la familia lo quería y disfrutando los momentos compartidos.
Ahora ni se reconoce cuando se mira al espejo, tiene miedo de no ser aceptado, y tiene que crear relaciones, que se vuelvan prioritarias para él, por eso tiene que probar que puede.
El adolescente tiene las herramientas que la familia le ha dado en su crianza. No es lo mismo un niño que se sentía seguro y querido por su familia, que uno que no lo era, a la hora de enfrentarse a comenzar ensayar la construcción de su propia vida. Ni tampoco es lo mismo un niño con aspectos de ansiedad de separación en los vínculos que otro que es capaz de crear vínculos seguros.
Para bien o para mal, lo bueno de esta etapa es que el cerebro está activo, capaz de absorber todo.
El adolescente tendrá que ensayar ser adulto, y con los primeros que lo hará será con los padres, mostrando que él puede hacer las cosas y exigiendo más libertad, cuestionando limites y valores. No es que no esté de acuerdo con los padres, la verdad es que no lo sabe y lo que necesita es probarlo el mismo para saber sí es así o no. Pero también necesita que los padres le pongan límites, le trasmitan valores, porque estos funcionan como contención frente a la inseguridad que siente con tantos cambios, y conexión con quien era antes.
Acá los padres deberán reconocer su dolor por la pérdida del niño, reflexionar, buscar significados y escuchar al adolescente y entenderlo desde una mente adulta. No reaccionar desde lo emocional y tratar de que el adolescente pueda reconocer sus emociones, reflexionar con él respetando sus tiempos.
A los niños hay que dejarlos caer, porque es parte de aprender al jugar. Con los adolescentes es igual, solo que el golpe va a ser más fuerte. En ambos casos se está para cuando necesiten afecto y charlas.
¿Pero esto que tiene que ver con los estudiantes y los profesores?
Otros estudiantes, la institución educativa y los profesores, son otros agentes que servirán como su interlocutor en su búsqueda de identidad y autoafirmación. El adolescente se seguirá poniéndose a prueba y experimentando con ellos.
En el caso de los niños muchas veces los maestros funcionan como figura de apego secundaria, principalmente cuando los niños tienen vínculos inseguros con sus padres. Muchos maestros saben que solo un niño que se relacione de forma insegura o ansiosa, terminará empañando el aprendizaje de todos, porque lleva conflictividad al grupo de clase, y termina el estrés afectando el aprendizaje de todos. Esto hace que intervenga y así termine favoreciendo la fórmula en que el niño se relaciona, regula sus emociones, lo que le retribuirá en su futuro.
En el caso de los adolescentes es más complejo, pero esto continúa pasando. Tanto para bien encontrando figuras que logren servir como protección y guía, como lo contrario que la conflictividad en el grupo afecte a todos.
Este artículo busca hacer reflexionar a todos los agentes de la enseñanza. En esta edad la necesidad de vincularse es profunda, significativa ya que los cambios que están en el cerebro hacen que puedan asimilar y cambiar estructuras de relacionamientos ya creadas. Esto puede llegar a ser muy bueno, pero también muy malo.
Los padres deberán estar atentos de que es lo que pasa en el liceo, contener y reflexionar, pensando en que la meta es que lo que pasa ahí no cambie para mal su forma de relacionarse.
Quienes organizan un liceo deberán constatar que las personas que se contraten tengan capacidad de empatía, buen relacionamiento, regulación de emociones y conocimiento de la adolescencia.
Los profesores que están en una situación difícil, entender sus propios miedos, sus inseguridades, entender como se sienten cuando el adolescente sabotea los límites que pone en la clase. Que tomen conciencia del grupo, de como cada alumno puede estar afectando al grupo, de las consecuencias que se puede tener fuera del liceo, de ponerse en el lugar del alumno, aunque sea difícil.
La verdad es que todos de alguna manera, frente a algunas situaciones reaccionamos mal, y muchas veces esto tiene efectos no deseados. La vida del aula es un lugar muy rico lleno de oportunidades, donde no solo los estudiantes, pueden aprender, amar la materia, hasta encontrar su vocación y tener consecuencias positivas para el futuro de su vida; el profesor puede aprender muchas cosas relacionadas con los vínculos que pueden influir de forma positiva en su vida.
También, aunque los adolescentes se rebelen contra todo, la rebeldía puede ayudar a entender aquello que ya no es funcional, y ellos traen un aire nuevo, tanto para profesores como para padres. Van a poner en tela de juicio todo, y no todo se le podrá contestar.
No se puede pensar a cada alumno o profesor como isla, cada uno afecta al otro, y la forma en que se afecta se relaciona con la forma de gestionar los vínculos.
Más allá que existan psicólogos en las instituciones, o estructuras que busquen la finalidad de respeto y negociación entre todas las partes, la toma de consciencia es de cada cual, es su responsabilidad y se deber trabajar.
Espero que hoy te superes a ti mismo.