¿Cuántos de ustedes tienen un adolescente en su casa con la mente en la luna?
Un cuerpo de adulto torpe, que generalmente y más en los primeros años buscará ridiculizar, intelectualizar o rechazar todos aquellos temas relacionados con la vida adulta. Actitudes aniñadas en cuerpo de adultos con inmejorables argumentaciones lógicas y hasta abstractas a la hora de los reclamos emancipatorios, que deja perplejo a cualquier interlocutor, por no saber si se debe contentar a un niño o a un adulto.
Llegó la hora en que las relaciones del niño cambian, ahora como adolescente necesita defender su autonomía frente a sus padres, mientras que los padres siguen representando la norma que hay que cumplir.
Como en toda relación, en la relación de los padres con su adolescente, es inevitable el conflicto.
La complejidad de la vida lleva a que mientras un hijo viva el proceso de adolescencia, los padres enfrenten retos cumbres en su vida de adulta, desde aceptar un éxito o un fracaso, un divorcio, una enfermedad hasta simplemente el simple paso del tiempo que pesa en las rutinas de la vida diaria. Sí es común que el adulto viva la adolescencia del hijo, cuando no tiene ya cabeza para más cosas que lo perturben.
Siempre se trata de eliminar los ruidos en la comunicación. Entendiendo estos ruidos será más fácil de lo que parece, la relación con el adolescente.
El adolescente necesita que se lo reconozca mediante hechos que ya no es un niño. ¿Pero lo siguen tratando como niño? Es cierto hay muchos peligros, la vida es más compleja que antes. Y las familias protectoras, les cuesta dejar ir. La verdad es que seguir tratándolos como si fueran niños, es ocultarse la verdad, y no poder estar para conversar, consolar y reflexionar cuando el hijo lo necesite, y agregar conflictividad a un periodo de la vida que ya es complejo.
Como padre no les vas a gustar que el hijo por ejemplo no ordene su cuarto. Y el adolescente cuanto más se le exija que esté ordenado más incumplirán el mandato.
Hablemos un poco de la habitación donde el adolescente duerme. Es el lugar donde él está en contacto con sí mismo. Esa habitación lo representa a él. Si logran visualizar pueden ver como esa habitación ya está impregnada de lo que los padres consideran un deber ser, lo que consideran que el adolescente debe ser.
Por eso, aunque sea difícil ser oído por los padres, el mandato del orden de la habitación como consideran los padres que se encuentra ordenada, es la necesidad de seguir siendo los padres de un niño.
Aceptar el desorden de su cuarto, es aceptar el estado de desorden de la mente del adolescente, que estando en crisis necesita experimentar por sí mismo como desea tener su habitación, hasta que encuentre su identidad, agregando todo aquello que el adolescente desee.
El cambio y el hecho significativo en cuanto a esa habitación es mostrar que son adultos y que pueden discernir como tales a la hora de gestionar su habitación. Claro que como adulto debe ser responsable. Todo lo que pase en esa situación no debe afectar a la casa, y se deberá hacer responsable como adulto en los casos que algún hecho de la habitación incumpla alguna norma que afecte de forma negativa el resto de la casa.
Es una forma de ir de alguna manera dándole la libertad que le pertenece de a poco, y de gestionar las propias emociones de los padres.
También puede pasar que comparta habitación con hermanos. Todo reclamo en este sentido debe ser interpretado como pedido de ser reconocido como adulto.
Los invito a pensar en su propia habitación de adolescentes.
Así en principio se va reconociendo que se trata de un adulto más que necesita tener su propia experiencia, reconocer su derecho a tener intimidad y privacidad, su necesidad de conocerse a sí mismo y a probarse como adulto.
El seguir tratándolo como niño puede llegar a ser más peligroso, porque al sentirse indefenso como un niño podrá buscar personas que sustituyan a los padres, en vez de pares que contribuyan a descubrir su identidad y ahí sí encontrar personas que no son adecuadas y hasta pueden ser peligrosas.
Darle la independencia reconociéndolos adultos, no quiere decir no estar pendiente, por lo contrario, es estar atento, saber observar, saber reconocer desde nuestro adolescente interior cuando se pueda hablar y reflexionar con él, como dos adultos, dejando que el adolescente aprenda de la experiencia del adulto desde su sana critica y no desde la captación.
El adolescente no entiende lo que le pasa está en la encrucijada del respeto a los padres y las necesidades nuevas que tiene, si el mandato familiar es lo que manda más, el adolescente hará toda clase de estrategia para no defraudar a los padres, posponiéndose a él mismo. Por miedo a perder el amor de los padres. Son los padres que necesitan reconocerlo como adultos, y entender que la relación cambió. Y está frente a un nuevo desafío, que conlleva riesgos, pero es necesario, para que su hijo el día de mañana pueda ser una persona autorrealizada.
Muchos conflictos como los que tienen como objeto la habitación, ocultaran la verdad de que el adolescente necesita que reconozcan que el ya es capaz de hacer muchas cosas por sí mismo. Y la reacción de los padres ocultará la verdad de que tienen miedo a perder a el hijo o miedo a que el hijo ya no los quiera. Es igual de importante reconocer lo que le pasa al adolescente como lo que le pasa al adulto. Reconocer que pasa dentro del adulto también es necesario, para cuidarse a sí mismo como a las relaciones de las personas que conforman la familia. Y de a poco el tiempo ira pasando hasta que, en su casa propia, el ahora futuro adulto, presumirá de gestionarla como adulto íntegro, autorrealizado y responsable.
Espero que hoy te superes a ti mismo.